Cadillac solitario

Los paseos nocturnos por calles desconocidas siempre terminan igual: en la cabeza se reproduce una película de viejas historias. Parece que estás al volante de un Cadillac oxidado, con una copa de martini y en compañía de compañeras de viaje fortuitas, pero en realidad estás cautivo de un único pensamiento: alguien no devolvió la llamada.

La ciudad parpadea con sus luces, las palmeras se alzan en la oscuridad y el cigarrillo se consume entre los dedos, y de repente el pasado se vuelve más cercano que la noche actual. Parecía que quería aventuras, pero terminó en la trampa de siempre: la melancolía es más fuerte que cualquier cambio. E incluso si el amanecer lo encuentra durmiendo en el asiento, no será el final de la historia, sino simplemente otro giro en el camino, donde la memoria siempre se adelanta.