Más Cerquita

El pulso de la ciudad después de medianoche es tranquilo, un poco cansado, con un toque de neón quemado y café frío. La gente sigue buscando algo: a otros, un sentido, el interruptor de la luz. El calor aquí no viene del sol, sino de ese «heat» que se extiende por las venas cuando la música se convierte en piel. Los fantasmas de los sentimientos pasados vagan por los apartamentos, se instalan en los alféizares de las ventanas, no molestan, solo recuerdan: todo lo que fue no ha desaparecido, se ha disuelto en el ritmo. Y aunque las calles estén llenas de sombras, uno quiere seguir adelante, sin preguntarse de dónde viene esa luz, si de fuera o de dentro.