No te necesito para ser feliz

Es como cuando por fin superas los viejos patrones y te das cuenta de que la felicidad no viene en un paquete de «dos para toda la vida», sino que, en realidad, se construye desde dentro. Al principio es un poco incómodo, como si hubieras olvidado las muletas en casa y estuvieras intentando caminar por primera vez sin ellas. Pero después de dar un par de pasos, sientes una euforia pura: ligereza, libertad e incluso una alegría un poco descarada por haber liberado tu corazón.

Todo esto suena optimista, casi como un manifiesto: sin dramas, sin rencores, solo la sensación de que el aire se ha vuelto más limpio. Parece que se dice «perdón», pero sin la pesadez habitual, más como un gesto de cortesía que como una admisión de culpa. Y en tu interior nace un nuevo hábito: no retener a las personas por el simple hecho de hacerlo, sino mantener el equilibrio por ti mismo.