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Descripción
Diez años sin beber, y aún así, cada vez que paso por delante del viejo bar, algo se dispara dentro de mí, como un gatillo. Pero ahora tengo a mi lado a un pequeño pasajero con un libro en las manos, que observa atentamente cada movimiento, incluso cuando escupo en la botella.
Y de repente te das cuenta: la verdadera batalla no es contra el alcohol, ni contra los hábitos, sino contra lo que se transmite de generación en generación. Entre la ira contra el espejo y la esperanza en Dios, nace una sencilla plegaria: que mi hijo herede lo mejor, y no lo peor. Que la cruz en el pecho no sea solo un accesorio, sino un salvavidas.
Letra y traducción
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