Un homme ça pleure pas

Bajo la pesada respiración de las palabras, se escucha el intento de enderezarse incluso cuando todo por dentro hace tiempo que se ha desmoronado. En la voz no hay debilidad, sino una obstinación cansada: como si una persona que ha perdido el rumbo siguiera avanzando tercamente, fingiendo saber adónde va. El polvo bajo los párpados, que él llama no lágrimas, sino simplemente una protección contra la confesión. Porque admitir el dolor significa volver a ser frágil, y la fragilidad es un lujo que no se permiten. En este sonido hay algo de estatua de bronce agrietada por dentro. Externamente, una espalda firme, hombros rectos, el gesto habitual de fuerza. Pero entre los golpes del bajo y los suspiros de los sintetizadores se escucha un temblor silencioso, humano, casi tierno. Parece que con solo soplar un poco más fuerte, todo ese valiente "no te preocupes" se desmoronará en el mismo polvo escondido bajo las pestañas.