夕日

El mundo parecía congelado entre la inhalación y la exhalación, transparente, ligeramente vibrante, como la mañana después de una noche sin dormir. No hay pérdidas en él, pero tampoco hay nada a lo que aferrarse: las manos se deslizan por el aire donde alguna vez estuvieron los contornos de algo importante. El sol se abre camino perezosamente a través de la tul, pica los ojos, y la propia sombra parece inalcanzable, como si se hubiera disuelto en el azul. Todo fluye lentamente, demasiado lentamente, e incluso los pensamientos se retrasan como la luz a la que le da pereza alcanzar el amanecer. El delicado equilibrio entre la luz y la oscuridad tiembla como la película de una burbuja de jabón. Quiero aferrarme al momento, apretarlo contra mi pecho, pero se desmorona, dejando solo un fragmento de calidez en mis palmas. Solo queda repetir los movimientos habituales, no por su significado, sino por el ritmo mismo, como si un "un poco más" infinito pudiera sustituir el futuro. Y en algún lugar en el límite de la luz, una voz susurra, no consuela, no llama, solo recuerda: mientras todo no se disuelva, aún se puede respirar un poco más.