luglio

El verano vuelve a oler a hormigón y sal marina, aunque el asfalto bajo los pies ya se ha enfriado. Un corazón fundido como si fuera de cemento, de repente se despierta con un olor familiar y todo el mundo racional se desmorona. En el reflejo del escaparate, una inscripción exhalada sobre el cristal empañado, como una tontería infantil que aún así te calienta. El amor aquí no se trata de palabras grandilocuentes, sino de hacer cola para un concierto sin entrada, de dar vueltas sin sentido buscando aparcamiento y de esa sensación cuando los ojos de otra persona brillan más que cualquier parque de atracciones. La música suena como si agosto hubiera decidido no irse, solo se hubiera callado por un momento para que pudiéramos olvidar cómo termina la felicidad.