Piningit

Como si un templo antiguo de repente resonara con un eco electrónico. El aire vibra con algo más que una simple melodía: es un hechizo cantado en susurro por los ancestros y entrelazado con el pulso del nuevo siglo. La voz no viene de la garganta, sino de las profundidades de la tierra, donde el tiempo hace girar sus engranajes lentamente. En cada línea, humildad ante el mundo; en cada acorde, su poder. Todo se mueve lentamente, como la respiración después de una oración: primero pesada, luego tranquila. Y de repente se hace evidente que la iluminación no es un destello, sino una luz suave que simplemente no quiere apagarse.