Антидепрессант

El amor es como una pastilla: dulce al paladar, pero con efectos secundarios. Se traga fácilmente, y luego da vueltas la cabeza, como si fuera por un exceso de aire y falta de sueño. Quiero creer, aunque sea por un instante, que a mi lado está ese antidepresivo, no de la farmacia, sino de carne, mirada y un ligero aroma a perfume. Entender que no habrá amor correspondido ya no duele, simplemente resuena con un zumbido suave bajo la piel, como un tranvía fuera de la ventana por la noche. Todo a su alrededor parece filmado con una vieja cinta VHS: los reflejos de los faros, la carretera vacía, un "boomer" con una Paris Hilton de plástico en el asiento del copiloto. Un poco absurdo, un poco triste, pero por alguna razón, genuino. En este ritmo hay desesperación, ternura y esa extraña honestidad cuando, en lugar de confesiones, suena una súplica: solo sé medicina, aunque sea por un rato.