SETEADORA

La ciudad no duerme, solo se hace la muerta. La luz de los faroles tiembla como un nervio, la música sale a borbotones de los callejones y el aire huele a peligro, a ron barato y a la autoconfianza de alguien. Aquí no se buscan significados, aquí se cuentan balas y likes bajo las historias. Cada estrofa es como un desafío, dicho con una sonrisa. No necesitas saber quién tiene razón y quién simplemente sobrevivió. El ritmo gira como ruedas sobre asfalto mojado, y en cada golpe de bajo hay una advertencia: si no estás de este lado, mejor no preguntes cuál es "este". Y mientras alguien cae en coma, alguien más levanta coronas, solo queda una cosa: mantener la cabeza erguida y escuchar cómo el ritmo cruje bajo los pies, como vidrio bajo zapatillas después de una pelea.