Supersonic

Irradia descaro y un ligero resacón después de una gran fiesta. Todo a su alrededor está un poco torcido, como si el mundo hubiera decidido convertirse en una caricatura del glamour: ginebra tónica en lugar de café matutino, BMW en lugar de autobús, y una risa que te zumba en los oídos porque es demasiado fuerte, demasiado viva, demasiado "al diablo con todo". En cada sonido, un intento de demostrar que ser uno mismo es mucho más genial que ser perfecto. Que el caos brillante, el olor a gasolina y las pastillas baratas a veces suenan más honestos que los consejos de los demás. El mundo da vueltas, ruge, promete cimas doradas, mientras alguien sigue viviendo bajo la cascada, sin necesitar ni fama ni espectadores. Y eso lo hace un poco divertido, un poco triste y extrañamente libre.