Live Forever

El aire huele a lluvia y los pensamientos a libertad. Todo parece como siempre: las mismas calles, la misma gente con paraguas, pero de repente algo familiar hace clic en el pecho, como si la juventud guiñara desde la esquina. No es necesario saber cómo crecen los jardines y a dónde lleva todo esto. Es bastante simple sentir que dentro vive ese mismo "aún no todo" obstinado. Hay momentos en los que uno quiere enderezar los hombros, respirar tan profundamente que los pulmones resuenen, y simplemente volar sin rumbo, sin explicaciones, sin miedos. No porque todo sea perfecto, sino porque no hay otra opción. Porque hay alguien cerca que ve el mundo de la misma manera, hasta los huesos, hasta los pelos de punta. Y eso ya es suficiente para creer: sí, viviremos para siempre. O al menos, como si fuera verdad.