シャトレーゼやめた

Chocolate en los dedos, el olor a nata montada y una ligera sensación de culpa por los trozos de tarta sin comer, todo esto se disuelve en el ritmo como el azúcar en el café. El delantal de ayer está colgado en un clavo, y en lugar de un cambio, el micrófono y el plan para una vida sin recibos ni jefes. Es curioso cómo un taller de dulces se convierte rápidamente en un trampolín para los sueños: un poco de audacia, un poco de cansancio y mucha fe en que las rimas pueden alimentar tan bien como un bizcocho de fresa. La música suena como una liberación después de un largo turno un poco pegajoso por el chocolate, pero sincera y fresca, como la primera bocanada de aire fuera del horario laboral. Se escucha cómo en cada palabra cruje el celofán de una vida pasada, y cómo ahora cierra suavemente la puerta del refrigerador, dando paso a una nueva, donde en lugar de pastel se sirve ambición, y en lugar de un pedido, aplausos.