FÉNIX

A veces, para despegar, primero hay que caer, no dramáticamente, sino con la conciencia de que la versión anterior de uno mismo ya no cabe en la piel vieja. De estas grietas sale luego la luz, descarada, hermosa, verdaderamente viva. Y de repente, la respiración es diferente, la forma de caminar es como si fuera por el aire, y la voz finalmente suena sin intentar agradar. Aquí no hay pose, solo sentimiento puro: ligereza después de la tormenta. Cuando dejas de explicar, justificarte, probar, simplemente respiras a pleno pulmón y sigues adelante. Que alguien susurre que "cambié" - sí, finalmente.