Escape

Cada barrio tiene su propia banda sonora, con rimas sobre la supervivencia y sueños de escapar. Aquí el hormigón huele a ambición, y las farolas brillan como focos para quienes aún no se han rendido. Entre los ritmos, conversaciones sobre dinero, amigos, pérdida y libertad, pero todo esto no deprime, sino que estimula: cuanto más dura la rutina, más dulce la idea de volar, ya sea a Francia o simplemente a la esquina, donde nadie conoce tu pasado. El ritmo fluye con confianza, como si la ruta ya estuviera trazada, y la voz es ese motor interno que dice: "vamos, sal de esto". Y de repente la realidad se vuelve cinematográfica: la noche, las luces de la calle, alguien bailando directamente sobre el pavimento, y por un par de minutos parece que realmente hay una salida de esto.