Root of all Evil

El mundo se está desmoronando, como un suéter después de un lavado fallido: sigue siendo el mismo, pero ya no mantiene la forma. En el pecho siento una extraña comezón, algo entre el arrepentimiento y el anhelo de otro trago de lo que me destruye. Todo suena como una confesión, dicha no en una iglesia, sino en una pista de baile bajo los reflejos de neón, donde santos y pecadores hacen cola juntos por la salvación. Aquí está el dolor de la pérdida, y la tentación de volver a meter los dedos en el enchufe, solo para sentir que estás vivo. Pecado, culpa, alcohol: todo se entrelazó en un acorde palpitante. Y tal vez sea precisamente en este caos donde se esconde una extraña felicidad, una de la que luego inevitablemente habrá que arrepentirse, pero de la que primero solo quieres bailar.