Pa que ya no estés triste

A veces, el pasado no regresa en forma de cartas ni de remordimientos, sino en historias con una nueva geolocalización y un cuerpo que se ha vuelto aún más seguro de sí mismo. Todo parece haber terminado, pero la química, esa cosa obstinada, no se rinde. Entre líneas se desliza el calor de los recuerdos, mezclado con una ligera envidia hacia las manos ajenas y un complaciente «te lo dije». Suena como el encuentro de dos personas que saben muy bien cómo terminará todo, pero que, aun así, vuelven a sumergirse. Porque la sobriedad está sobrevalorada y la sensación de que todo sigue «ardiendo» es un placer demasiado raro como para no repetirlo.