YEH!

El pulso de la ciudad en el bolsillo: el dinero suena más fuerte que la conciencia, y eso es casi presumido e inocente. Aquí hay una visa platino, un vuelo en cohete en lugar de avión, y la sensación de que el mundo es un escenario y cada uno mira su propia pantalla. Suena como un paseo por un caos lujoso: las rimas disparan, las frases se precipitan en las historias de Instagram y la confianza en uno mismo pellizca la oreja con cálida ironía.

La voz es como la de un caballero bandido: descarada, con una sonrisa, sin disculpas. A su alrededor, una pandilla, Mercedes, costillas de cerdo y susurros nocturnos; en algún lugar entre líneas se vislumbran las sombras del pasado, pero se disipan con champán y bajos. Una sensación de fiesta al borde de lo absurdo, y en eso reside la comodidad: vivir a todo volumen, bromear con agudeza y permanecer inaccesible a las quejas.