LA STESSA CANZONE

Es como si alguien hubiera puesto el botón de repetición y la vida se hubiera quedado atascada en una sola pista. Todo parece seguir la melodía: ritmos familiares, palabras conocidas, incluso el dolor según lo previsto. Y por dentro, la eterna carrera por lo «nuevo» para olvidar lo viejo, que, por supuesto, no se olvida. Porque no es solo una canción, sino un estribillo del que no hay forma de escapar: demasiado reconocible, demasiado propio.

Y de nuevo los mismos intentos de demostrar que se puede ser feliz sin milagros, simplemente creyendo, simplemente sin desmoronarse en el camino hacia el equilibrio. Solo que, por alguna razón, cada alivio parece una pequeña autodestrucción. Como si limpiaras las huellas del pasado, pero al mismo tiempo te desollaras hasta la carne viva. Y todo por escuchar al menos una vez el silencio, sin «esa misma canción» que suena toda la vida.