KAYKAY

La noche es como un escaparate: el techo está bajado, el viento es suave y en los bolsillos suenan los billetes y las obligaciones. Bodrum y Estambul en un mismo mapa: el glamour de la playa convive con los negocios clandestinos, hielo en el cuello, valentía en los ojos y contraseñas de PayPal en el bolsillo. La música suena tan uniforme como el marcador, y en las palabras se cuenta todo el lujo y todos los errores; la risa suena escéptica, como si el vestido llevara un chaleco antibalas.

Aquí, cada flexión flexible se paga con una pequeña inquietud: luces de policía, llamadas de negocios de «los chicos», una historia que pasa de largo con balas y juicios, y, a pesar de todo, el deseo de seguir siendo joven y no convertirse en una simple línea en un informe. La ironía calienta suavemente: todas estas salidas son como un accesorio de la vida, que ríe a carcajadas y cuenta en silencio sus cicatrices. El ritmo alimenta el ritmo de los pasos sobre el asfalto, y parece que este mismo ritmo sabe curar el cansancio mejor que los millones prometidos.