RAPSINCORTE 55

El cielo nocturno sobre el barrio huele a química y resentimiento, como si cada palabra estuviera grabada en la pared e iluminada por una farola. Aquí, la justicia no es una fórmula, sino una cicatriz, y las leyes parecen un traje puesto a un ladrón: sólidas, pero pegajosas. La voz recorre estas grietas como las baldosas después de la lluvia: ronca, decidida y con un toque de amarga ironía, como si alguien estuviera cocinando en la cocina una sopa de sarcasmo político.

La canción tiene furia y honestidad artesanal: las comparaciones con las cenizas y los petardos son más un deseo de despertar a la ciudad que una instrucción. El mundo se describe a través de los olores de la cárcel, el sudor y los cigarrillos humeantes, a través de cómo la fe en la justicia se disuelve en la rutina. Se escucha como un cuaderno de notas en el que cada línea duele: dolorosa, divertida y humanamente cálida, porque la ira aquí es casi una preocupación por los suyos.