Kiriki

Un baile que hace que la noche sea más ruidosa: las nalgas en la oscuridad como una señal de tráfico, el ritmo como una chispa que brilla, y alrededor, miradas envidiosas y palabras vacías. Aquí no se trata de amor, sino de poder sobre el ritmo: ella se mueve como si tuviera en sus manos el control remoto de la noche, y todo lo que se interpone en su camino desaparece. En el aire hay una mezcla de fanfarronería y lujuria sincera, un poco de burla de sí misma y un mar de energía que hace que las piernas no obedezcan al cerebro. Irónica, atrevida y realmente ardiente: música que no invita a reflexionar, sino a sumarse al movimiento.