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Descripción
Como si alguien hubiera finalmente apagado el controlador interno y hubiera permitido simplemente... respirar. Sin análisis, sin inquietantes «y si...», sin interminables maratones de superación personal. Aquí todo gira en torno a la exhalación. En torno a una espalda que no se encorva bajo el peso de las expectativas ajenas y a una cabeza en la que, por un momento, se han acallado los gritos del chat interno de apoyo.
Suena luminoso, casi estéril, pero no frío. No es euforia, es normalidad, esa que todos buscan y nadie reconoce cuando la encuentra. La ironía es que, para aprender a vivir con facilidad, primero hay que aprender a olvidar. Olvidar al antiguo yo, inquieto, dependiente de los «me gusta» y las miradas ajenas.
Al final, no es un himno a la libertad, sino un brindis silencioso por la estabilidad. Por la capacidad de no desaparecer en este ruido, incluso cuando a veces parece más fácil disolverse.
Letra y traducción
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