All the Things She Said

Un calor que no calienta, sino que oprime. Al principio es silencioso, como si alguien susurrara una petición de ayuda, luego se convierte en destellos, como una lámpara a punto de fundirse. Las palabras se disuelven en el sonido, solo queda el pulso, viscoso, casi corporal. El aire tiembla por la tensión, y no se sabe si es un baile o un ataque de pánico al ritmo del bajo. Parece que un poco más y todo se derretirá: las paredes, los pensamientos, los restos de autocontrol. Solo eso es el verdadero «calor», no en cuanto a la temperatura, sino en cuanto a cómo todo hierve por dentro, mientras que por fuera todo parece estar en calma.