Robarte

Valentía nocturna, envuelta en frases cortas y estribillos indiscretos, como el diario de un aventurero audaz, pero sin grandilocuencia. Cuatro veces seguidas, como si se repitiera un brindis por lo que hoy está permitido; los labios, cerezas; la mirada, un diablillo juguetón, y todos estos pequeños detalles suenan como una lista de trofeos tras una incursión exitosa: yate, baile, humo y suspiros ajenos al compás. Se oye no solo el deseo, sino también el placer del proceso en sí, en voz alta, descaradamente y con una leve sonrisa.

Aquí hay lujo comercial y descaro callejero: una bolsa de dinero junto a un baile de TikTok, elegancia criminal junto a la ternura de «mi mamá». Todo esto huele a verano en la cubierta y a una broma al límite, a la vez provocativa y casi bondadosa. La conversación sobre las pasiones se convierte en una miniatura sobre cómo se quiere probar y ser devorado; agudo, ruidoso y con un saludo a aquellos que aman convertir la noche en una fiesta.