Damn

Resulta que la libertad no huele a mar y viento, como en las películas. Más bien huele a sopa de ayer con un regusto a bañera y una ligera desesperación en el fondo de la taza. Cuando ya no hay nada que perder, salvo el propio ego, e incluso el heroísmo parece agotador. Es más fácil ser honesto que fuerte. Es más fácil admitir que todas esas «perlas» son simples piedrecitas, pero son tuyas.

Hay algo casi conmovedor en ello: el intento de no aparentar, no salvar, no adornar la historia por los «me gusta». Simplemente vivir como se sabe. Sin armadura, pero con náuseas matutinas por el exceso de verdad. Y en algún lugar entre el arrepentimiento y el alivio, de repente te das cuenta: sí, eso es. Así es como se siente la libertad. Un poco sucia, un poco dolorosa, pero auténtica.