Игрушка

Historia urbana sin filtros ni sentimentalismos. Donde en lugar de ramos de flores hay mensajes en el chat, y en lugar de declaraciones de amor hay un «te llamaré cuando me aburra». Todo parece cínico, pero bajo esa aparente frialdad se trasluce un cansancio familiar, el de los juegos en los que nadie gana. No se trata de amor, sino del intento de no sentir, de fingir que todo está bajo control, incluso cuando por dentro todo se ha desmoronado en ruido, humo y medio paquete de cigarrillos.

Y, sin embargo, hay algo vivo en esta acidez. Es como si ambos entendieran que están interpretando papeles ajenos, pero se quedan de todos modos, mientras el dolor se parezca un poco a la atención.