City of God

Una ciudad donde la noche no duerme y la mañana siempre llega tarde. El aire está cargado de humo, conversaciones y eternas promesas de «ya me levanto». Aquí, uno de cada dos canta sobre el dinero, pero suena más como una plegaria, entrecortada, pero sincera. Las rimas huelen a asfalto, las manos a sudor y los ojos ven demasiado como para creer en milagros.

En algún lugar entre el dolor en el pecho y el tintineo de las tapas de cerveza se vislumbra la verdad, no sobre los gánsteres, sino sobre la supervivencia. Solo un chico del barrio que creció más rápido de lo que hubiera querido. El mismo sol, solo que reflejado en los escaparates de las casas de empeño. Y, sin embargo, en este bullicio hay vida, vida real, con todas sus cicatrices y suciedad, pero cálida, porque es la suya.