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Descripción
A veces, la fe es lo único que nos impide hundirnos. Cuando a nuestro alrededor solo hay costas infinitas, barcos vacíos y aire que resuena con el silencio, solo queda el ritmo interior, como el latido de un corazón obstinado que sigue latiendo a pesar de todo.
Suena como un conjuro: simple, repetitivo, pero vivo. No se trata de religión, sino de esa misma fe que salva cuando la lógica ya se ha rendido hace tiempo. Aquí no hay patetismo, solo la luz que se abre paso a través del agua y un silencioso «yo creí» que resulta más fuerte que cualquier tormenta.
Letra y traducción
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