Dile

Una noche en la que todo se decide con un solo movimiento: un paso más cerca, una mirada más larga, una respiración al ritmo del bajo. En algún lugar entre «otra canción y a casa» nace el caos, con una pizca de culpa y una gota de pasión que solo hace que la situación se vuelva más ardiente. La pista de baile se convierte en un confesionario: no hacen falta palabras, todo se dice con las manos y el cuerpo.

Aquí la celosía huele a sudor y perfume, y la traición suena como un ritmo: seguro, provocador, dulce. Cada estrofa parece guiñar el ojo: sí, es pecaminoso, pero es vivo. Todo lo que viene después ya no importa. Lo principal es que, con este ritmo, es fácil olvidar quién tiene razón y quién tiene la culpa, y simplemente pedirle al universo «otra noche», otra noche en la que poder volver a equivocarse de forma hermosa.