idols

Las palabras suenan como una confesión de que los brillantes espejismos pueden deslumbrar más que las estrellas reales. La persecución de «dioses falsos» solo deja las manos vacías y la sensación de que el tiempo se ha perdido en vano. Pero esto no es una tragedia, sino más bien una claridad, como si finalmente se hubiera apagado la luz de neón de la habitación y se pudiera ver dónde está la puerta de salida.

El motivo aquí no es la derrota, sino un punto de inflexión: renunciar a los ídolos superfluos, desprenderse de ellos sin piedad y, por fin, liberar espacio para algo real. La música mantiene esta decisión con firmeza, como un mantra, donde cada línea repetida clava aún más fuerte el clavo en el antiguo sistema de valores. La ironía del destino es que la derrota resulta ser una victoria, porque a veces el camino hacia adelante comienza con la capitulación.