Descripción
Una ciudad ardiente envuelta en la pegajosa piel del verano, donde el aire vibra con electricidad y parece que las paredes de hormigón observan cada paso que das. Las calles son ruidosas y agitadas, pero bajo tierra hay un universo propio. Allí nadie te pregunta tu nombre, ni te pide documentos, ni te exige explicaciones. Solo hay un ritmo que late como un corazón y labios ajenos que de repente se vuelven demasiado cercanos.
Las chispas corren por los cables, la respiración se detiene en la oscuridad, las máscaras caen por sí solas. Todo se convierte en fricción, esa misma fricción de la que nacen tanto la libertad como el deseo. Parece que basta con tocar para que la tensión se descargue, pero es precisamente en esa tensión donde reside el sentido. No resistirse, no huir, sino dejar que arda.
Letra y traducción
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