Kalt gemacht

El sonido es frío, como el cristal sobre el que caen gotas de lluvia, pero a través de él se filtra algo cálido y muy obstinado. Las palabras recuerdan a un monólogo interior lleno de dudas, donde los errores te arrastran hacia abajo y las voces ajenas se vuelven demasiado fuertes. Y, sin embargo, en medio de esta frágil oscuridad, se oye un obstinado «sigo escribiendo», como si fuera el único hilo que impide el congelamiento total.

La canción es como una carta a uno mismo desde el futuro: honesta, un poco severa, pero con la esperanza de que, al final, alcanzarás la luz. En cada estrofa hay una lucha entre la sensación de «insuficiencia» y la silenciosa promesa de que los mejores tiempos llegarán sin falta. Y por eso hay en ella tanto dolor reconocible y, al mismo tiempo, un extraño consuelo: ser imperfecto no es una sentencia, sino un camino.