Megarama

Asfalto caliente, olor a gasolina y risas que parecen más una defensa que una alegría, como si las letras de la calle se hubieran alineado y comenzaran a marcar el ritmo. Aquí, el fútbol en el campo de cemento convive con las fiestas nocturnas, las pulseras y el «collectif» suenan como una contraseña familiar, y cada frase es un breve golpe sobre la armadura para no desmoronarse ante el pequeño caos.

Hay algo casi cotidiano y a la vez épico en ello: una estrategia diaria de supervivencia, presentada con una sonrisa y calidez, como una receta del cuaderno del vecino. La bravura y el cansancio van de la mano, y el resultado es una extraña mezcla: una energía bruta que, sin embargo, sabe ser honesta y un poco divertida: vivir rápido, moverse con precisión y no olvidar reír, incluso cuando a tu alrededor solo hay hormigón y planes de supervivencia.