Девочка солнце

La lluvia golpea los tejados, y en algún lugar entre las gotas pasa ella, la misma, con un ligero vestido de verano, con la luz del sol en lugar de perfume. El mundo parece detenerse por un par de segundos, mientras el corazón late al ritmo del timbre del tranvía. Todo es sencillo, un poco ingenuo y dolorosamente vivo: el amor no nace en los bailes, sino en las paradas mojadas.

Este momento es como la lluvia de verano: repentino, fresco, un poco tonto, pero tan real que dan ganas de quedarse bajo él y no esconderse. Aquí no hay palabras grandilocuentes, solo miradas, música y la sensación de que incluso el tranvía sabe que ha comenzado algo importante.