2012

Las calles nocturnas, donde las medallas de lujo conviven con el polvo de la esquina, son como un paseo por el álbum de fotos de otra persona: oro junto a una caja de cartón, pomposidad y la inquietud habitual. La voz se escapa con fuerza, como si alguien bromeara y amenazara al mismo tiempo, apostando por el humor y por lo alto: «Salí al tejado, vuelo como Spiderman» y, acto seguido, «dispararé si hay idiotas». Irónico y un poco cálido, como una conversación en un banco, donde las palabras son tanto una defensa como una publicidad de la propia leyenda.

La música suena como las señales de un semáforo en un callejón: brusca, sin adornos innecesarios, pero con la habilidad de mantener el ritmo. En el oído queda la sensación de que aquí se trata más de la supervivencia y el estilo que de los planes para el mañana, de una vida que gira sobre su propio eje y exige o bien valentía o bien una buena cobertura. Una mezcla de bravuconería y sencillas observaciones callejeras, casi una crónica familiar envuelta en hip-hop, donde cada estrofa es como otra historia del barrio.