Muchachos

Un escaparate brillante y un bajo ensordecedor, como si estuvieras paseando por un mercado nocturno, donde el dinero suena más fuerte que las palabras y cada uno tiene su papel en la pantomima: el jefe con su pulsera, la pandilla en las sombras, el guardia que mira demasiado fijamente. El tintineo de las monedas y el estridente estribillo «bandit, bandit» suenan a la vez como un desafío y como una broma sobre la propia importancia: la ironía radica en que toda esta ostentosa lujuria se devalúa inmediatamente con una carcajada y un frío «j'm'en balec'» - «me importa un comino», pero con una sonrisa.

Una hermandad tosca, incursiones apasionadas en el escenario y el olor a cigarrillos baratos; en algún lugar entre la burla y la honesta sed de poder se esconde la calidez de las calles. El discurso es un rápido flujo de metáforas, donde cada réplica parece estar escrita en el cuaderno de un capitán callejero: alardes, planes, traiciones fugaces y lealtad a uno mismo. Se escucha como un paseo nocturno por un barrio desconocido: ruidoso, peligroso, pero por alguna razón acogedor, como volver a casa después de un día loco.