Sabry Aalil

Las palabras suenan como una noche interminable, en la que no se puede dormir, no porque haya ruido, sino porque el corazón es su propio DJ, pinchando una y otra vez la misma canción sobre un amor que no te deja escapar. Aquí todo se mezcla: el cansancio de la espera, el resentimiento, la melancolía y una extraña esperanza que se aferra a cada «vuelve» y «quédate».

La música se extiende como un hilo cálido, como un viejo pañuelo que huele a recuerdos. En la voz no solo hay dolor, sino también suavidad, como la de una persona que, a pesar de todo, todavía sabe amar. No es un llanto ni una súplica, sino un hechizo, por si acaso algún día la luna lo escucha.