ТАХО

Una conversación telefónica en la que se disolvió toda la ciudad: un cable tembloroso, determinación con notas de risa y olor a gasolina en el asiento trasero. Las palabras fluyen como una lista de verificación: amenazas, cuentas, Chevrolets y lobos, y al mismo tiempo se percibe una sorprendente imperturbabilidad cotidiana, como si se tratara simplemente de otro problema municipal que hay que resolver rápidamente.

La ironía en la voz, cálida y cínica, hace que la escena resulte casi acogedora: la vida criminal bajo la lámpara de la cocina, donde el cálculo y la descaro conviven con el humor grosero. La música de fondo parece guiñar el ojo, confirmando que aquí todos los papeles están repartidos, e incluso al miedo se le ordena parecer bonito.

Deja la sensación de un amanecer frío después de una noche llena de planes y errores: muchos coches, muchas palabras y una pequeña llamada que lo cambió todo. Dan ganas de sonreír y temblar al mismo tiempo, como ante una noticia que ya se ha oído un millón de veces, pero que cada vez suena diferente.