Перепутала

Parecía que el corazón prometía fuegos artificiales, pero en realidad resultó ser solo una bengala que se apagó rápidamente y dejó solo el olor a azufre en las manos. Es divertido y amargo al mismo tiempo: confundir el amor con algo parecido a él es como elegir unos zapatos de moda que brillan en el escaparate, pero que a la semana te dejan los pies en sangre.

Aquí no hay una tragedia que marque toda una vida, sino más bien una confesión cansada: «Sí, me equivoqué». La sábana está bien estirada, no se nota el pulso y parece que ya no duele tanto. Simplemente se ha llegado a una conclusión: no ha habido ninguna excepción, el milagro no ha funcionado. E incluso en esta honestidad hay una ligera libertad: equivocarse es útil, sobre todo cuando después resulta más fácil respirar.