Matahari

Como una nota en un diario, escrita a mano entre dos bailes: los mitos llegan a la fiesta y se quedan hasta la mañana siguiente. Aquí se dan cita Malinche, Cleopatra y Medusa, como un baile de leyendas que guiñan el ojo y desafían al mismo tiempo. El ritmo repite el mantra «soy la que mata», y cada «mata» no se refiere a la violencia, sino a la capacidad de quemar viejos roles y deshacerse alegremente de las expectativas ajenas. La voz se convierte en un zapato de baile: susurra, grita, impulsa el baile, donde se puede ser caprichosa, depredadora y completamente tranquila en su audacia.

Calidez y ligera ironía, como en una nota dejada en la mesa de la cocina: «no pidas perdón por tu calidez». Aquí se eliminan los límites y las reglas innecesarias, la piel cambia de atuendo, como una serpiente, y eso solo la mejora. La canción no es una instrucción, sino una invitación: a venir, a saltar, a sentir la fuerza y a reír con ella; la fuerza femenina, contada sin patetismo, con chispa y sin seriedad innecesaria.