El sueño dura una semana

La incomodidad que siempre hace temblar las manos. El corazón late más rápido que la aguja del reloj del tren eléctrico, y un simple «hola» te hace sentir tan acalorado como si hubieras corrido tres manzanas. Todo parece insignificante: un vaso de agua, un encuentro casual un miércoles, una sonrisa fuera de lugar, pero son precisamente esas pequeñas cosas las que conforman la tormenta.

Aquí el amor se parece a una tormenta detrás de la ventana: un destello, un trueno, un silencio entre ambos. Los sueños se prolongan más de lo habitual y el despertar trae consigo una extraña sensación, como si todo hubiera pasado ya y, aun así, fuera a empezar de nuevo. Y eso da un poco de miedo, pero aún más... es dulce.