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Descripción
Como una conversación en la cocina en mitad de la noche: tranquila, obstinada, con voces igualmente temblorosas a ambos lados de la mesa. Las palabras suenan como intentos de pegar una taza rota mientras el pegamento aún está caliente: «No digas que todo está perdido, no digas que esto es el final». La melodía es suave, pero pegajosa, como dedos que no sueltan la mano en la oscuridad.
En ella se percibe un amargo regusto de arrepentimiento y una extraña ternura, esa que solo aparece después de las tormentas, cuando ya no hay nada que gritar y solo queda susurrar. Y ese susurro, mezclado con el ritmo, no busca el perdón, sino la esperanza de que, tal vez, mañana aún sea posible recomponer lo que parecía perdido para siempre.
Letra y traducción
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