Collar

Aquí, la voz suena como si le hubieran puesto un candado a la puerta: parece que se puede abrir un poco, pero el chirrido de la llave recuerda de inmediato los miedos y el orgullo que ahogan más fuerte que cualquier cuello. Cada palabra sale con esfuerzo, como una piedra que hace tiempo que debería haberse quitado de encima, pero que se mantiene obstinadamente en su lugar.

Hay ironía en el reconocimiento de la propia «rigidez»: la lengua no es perezosa, sino que simplemente está enredada en nudos, como si un gato la hubiera escondido cuidadosamente, no por hambre, sino por placer. Y en esta tensión se abre paso la calidez: las metáforas convierten la torpeza en poesía y la confusión en un cumplido. Porque detrás de todo este tartamudeo se esconde algo simple: la fuerza de los sentimientos, que es más fuerte que cualquier palabra, por muy difícil que sea pronunciarla.