TOTO DE LOCA

La piel susurra como una capa de terciopelo en el pasillo de un bar nocturno: descarada, inesperada y con un ligero toque de coquetería. Las palabras saltan como bromas que rozan los límites de lo decente: el deseo no llama tímidamente a la puerta, sino que golpea con una canción en la voz y una sonrisa. El estribillo repetido se convierte casi en un susurro-orden, que te hace querer irte con una sonrisa o responder con el mismo ritmo.

El sonido es elástico y directo, sin cortesía innecesaria; como una conversación con alguien que está acostumbrado a conseguir lo que quiere y sabe cómo presentarlo de forma artística. En esta descarada seguridad se esconde la calidez: no es tanto agresividad como un juego en el que las reglas son sencillas: ser uno mismo, en voz alta y con entusiasmo. Al final, queda una sensación de ligera picardía y libertad, en la que se puede decir todo de forma grosera y, sin embargo, suena casi como en casa.