Descripción
Es otoño en la ciudad y el corazón canta con un trémolo: las hojas caídas son como ritmos olvidados, una petición, ahora mismo, sin demora. El metro nervioso, que constantemente intenta alcanzarse a sí mismo, no se ata con una cinta y no soporta sermones: solo hay que mantenerse en la danza, sin desmoronarse en pedazos. Las noches susurran pesadillas que impiden levantarse, y a la vuelta de la esquina alguien sigue gritando al cielo y trayendo dulces a casa, como si así se pudiera tapar el agujero en la casa. Toda esta fragilidad es a la vez divertida y dolorosa; dan ganas de animar al miedo y decirle: «Ya basta de golpear, sigamos viviendo». La sensación de que una marcha ordenada se ha convertido de repente en un tambor personal y tembloroso, y eso de alguna manera te da más calor.
Letra y traducción
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