Descripción
Los días laborables aprietan como unos zapatos incómodos: parece que hay que caminar, pero cada paso es una prueba. En la cabeza, sin embargo, está la playa, los pies descalzos en la arena, el bádminton en el prado y algunos sueños absurdos que hacen que sea más fácil respirar. El repetitivo «que llegue ya el viernes» suena como un conjuro: que se abra la jaula, que la peonza deje de girar. Risas a pesar del cansancio, hombros agotados, pero por dentro sigue viviendo esa obstinada anticipación de la libertad, aunque solo sea por dos días.
Letra y traducción
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