LEMONADE

Cuando la vida nos lanza limones con generosidad, en lugar de poner cara agria, es mejor sonreír, porque seguro que con ellos se puede hacer un delicioso refresco. Aquí todo suena como un mediodía soleado: la sombra donde refugiarse del calor, la ligereza que pesa menos que una pluma y la certeza de que incluso en el día más seco y desértico se puede encontrar un sorbo de frescor. Un poco ingenuo, deliberadamente optimista, pero ahí reside su fuerza: la capacidad de convertir cualquier amargura en alegría, como si la receta de la felicidad siempre hubiera sido ridículamente sencilla.