desmaquillada

La tentación en esta historia no suena fuerte, sino casi como un susurro, como una conversación en una cocina en penumbra después de una fiesta, donde se olvidan de abrocharse los botones de las camisas. Aquí no hay poses ni escenografías: el atractivo reside en el cabello matutino, aún caliente por el sueño, y en el rostro sin maquillaje, que por alguna razón parece más hermoso. La música fluye suavemente, como la luz de un letrero de neón fuera de la ventana, y cada palabra envuelve con una simple confesión: la verdadera magia no está en el atuendo, sino en el hecho de que, incluso en la negligencia cotidiana, se puede ser el centro del universo.